Después de más de 25 años de profesión debo decir que me encanta mi trabajo.
He tenido la fortuna de ejercer la psicología desde muy diferentes ámbitos: psicólogo en la Fundación ANDE, donde aprendí a acompañar a familias con hijos con discapacidad intelectual; psicólogo educativo en centros escolares, psicólogo de servicios sociales en el Ayuntamiento de Pozuelo (concurso- oposición), donde estuve más de 12 años acompañando a familias desestructuradas, negligentes e incluso maltratadoras; fue el lugar en el que aprendí a acoger incluso al que infringe un dolor injusto sin dejar de hacerle ver su responsabilidad. No fue una tarea fácil, pero si muy bello, poder rescatar del dolor a personas que vivían situaciones muy difíciles e injustas.
En plena crisis económica, y con el apoyo de mi mujer, dejé la seguridad de una plaza fija con horario de mañana para lanzarme a la aventura de hacer lo que más me gusta: dedicarme por entero a la psicoterapia y a formar a jóvenes psicólogos dándoles la oportunidad de poder crecer y desarrollarse profesionalmente. Así nació hace 12 años el Gabinete de Psicología CISAF que tengo el honor de dirigir, junto a magníficos compañeros y amigos como David, Cristina, Ana y otros muchos. También soy presidente de la Asociación Instituto Práctico de Psicología.
Puedo decir que hago lo que me gusta, he recibido mucho, he aprendido mucho de las personas y me siento en deuda, tengo que devolver a la sociedad algo de lo mucho recibido.
Me especialicé en sanar la infidelidad, por algo muy sencillo y nada glamuroso.
En el año 2002 y atendiendo un caso de pareja en el que había existido una infidelidad, percibía como a causa de la infidelidad la pareja no terminaba de avanzar, se atascaban, las mejorías eran efímeras y las herramientas habituales, en otros casos de pareja, no eran eficaces cuando había infidelidad.
Cuando pensaba que ya se habían resuelto determinadas cuestiones todo quedaba envuelto por el reproche, y la desconfianza y la incomprensión volvían a aflorar. Por desgracia ese caso no fue bien, pero fue como un aguijón que me obligó a reflexionar, estudiar, investigar y sistematizar mi trabajo en situaciones de infidelidad.
Fui verificando, con mi estudio y mi experiencia clínica, cuáles eran las mejores herramientas terapéuticas para hacer sanar la infidelidad, siendo el resultado de este trabajo el desarrollo de un protocolo de intervención psicoterapéutica breve, flexible y eficaz.
Sigo estudiando e investigando para mejorar porque, la cercanía humana, la necesidad de acoger sin juzgar, imprescindible para abordar estas situaciones, no está reñida con el rigor científico y trato de mejorar porque no hay dos casos iguales y los pacientes me enseñan mucho cada día.